
No sé si cuando compré este libro lo tenían en la sección de cocina, porque es difícil clasificarlo. Habla de cocinas y tiene recetas, pero no es un libro de cocina ni un libro de recetas.
Es un libro de antropología y de historia, de cómo mantener nuestra herencia cultural, de cómo abrazar un pasado que sigue todavía cercano. Es un libro punki que, al mismo tiempo, te hace echar de menos a los abuelos, a los tuyos y a los de María.
Es un libro de autoayuda, sobre todo para aquellos que no entran mucho en la cocina: inténtalo, aunque no te salga perfecto, peor será no intentarlo. Y diviértete haciéndolo, olvídate de los tutoriales de Youtube, de las recetas de Instagram y de las listas de ingredientes de los que siempre te falta alguno.
Es un libro de aprovechamiento, de cómo aprovechar todo lo que tenemos en la nevera y en la alacena, pero también de cómo aprovechar el tiempo en la cocina, porque comer bien no significa pasarse horas cocinando. Y sí, también es un libro de cocina, aunque lo importante no es que enseñe a preparar algunos platos.
Porque, sobre todo, es un libro sobre el amor. Sobre el amor a la vida, el amor a la cocina, el amor a pasarlo bien y el amor propio.
Un libro que debería estar en todas las casas. Afortunadamente, a juzgar por las semanas que lleva en las listas de más vendidos, va camino de ello.