
Era de esperar que no me convenciera el sitio, pero aún y así fuimos a probarlo y darle una oportunidad, ya que han abierto no hace demasiado. Juraría que ya habíamos ido a otro restaurante de esta cadena en Zaragoza y que tampoco teníamos un gran recuerdo de él.
Compartimos de primero una burrata con caponata, algo sosa y con la burrata demasiado fría. De segundo, unos spaghetti carbonara, que siempre indican cómo se cuida la cocina en un sitio «italiano». Los «carbonara» más raros que me han servido nunca, porque el huevo y el queso vienen por separado para que se lo mezcle uno en la mesa, cosa que no tiene mucho sentido porque la gracia de la pasta carbonara es preparar la salsa primero y mezclarla entonces con la pasta recién hecha y servir rápidamente. Además, tuve que pedir que me trajeran pimienta, ingrediente esencial, porque si llevaba era en cantidad ínfima.
Acabamos pagando 60€ entre dos, compartiendo el primero y el postre, lo que nos pareció demasiado caro como para darle otra oportunidad.