
Un clásico de la comida popular en Barcelona, con precios que ya resultan difíciles de ver en casi cualquier lado. De ahí las colas que se generan para comer, ya que el espacio disponible es algo escaso (tampoco es excesivamente cómodo).
Comida casera y rica: el cap-i-pota es de los mejores que he probado, aunque le faltaba un buen toque de picante. Un par de platos y dos cervezas, 12 euros; poco más se puede pedir.